sábado, 18 de junio de 2011

Querida hermana

Camino por el pasillo que me llevará hacia la salida; estoy cansada, llevo varias horas rodando por el mundo cargada de maletas, ilusiones y deseos. Pero ahora estoy a miles de kilómetros de mi casa, en otro país, impaciente por reencontrarme con ella. 

Marah va de mi mano, medio dormida, arrastrando su maleta, pero aún así sonriendo, consciente de que cuando cruce la puerta la podrá ver, la podrá abrazar, y estaremos ante diez días donde sólo contaremos nosotras, nada ni nadie más.

Y entonces la vemos, más delgada, con frío, pero guapísima como siempre, y como siempre sonriendo. Le ha traído una sorpresa a Marah como prometió, es una persona detallista. Marah y ella se abrazan y se besan, yo espero a que sea mi turno. Pon fin es mía, de nuevo la puedo abrazar, besar oler, y justo en ese momento vienen a mi mente mil sensaciones, recuerdos de nuestra infancia. momentos ya vividos. Me doy cuenta que casi puedo acariar todos y cada uno de esos momentos pasados, porque esos momentos son Ella.

Huelo a mar, estoy en la playa intentando que ella vuelva a la orilla, se está bañando, me acerco a la orilla y pierdo una sandalia, un señor me la rescata, ella viene para ver qué ha pasado y le cuento. Nos reímos. 

Sigo oliendo a mar, ella llora porque le ha picado un pez araña,yo me asusto, no quiero que le pase nada malo, mi madre la lleva a que la curen. Ya nos sentimos todas mejor.

Huelo a campo, es domingo, estamos jugando con un columpio que mi padre ha fabricado con cuerda, nos turnamos para subir, y nos empujamos para columpiarnos. Después huele a paella de bar de monte hecha a leña y a helado de postre.

Huelo a torrijas, es Pascua y mi madre nos ha hecho para merendar, Las compartimos. Somos hermanas.

Huelo a chocolate, son fallas, mi madre se ha levantado temprano el día del padre y ha preparado chocolate con buñuelos.

Huelo a Nocilla, como cada tarde al salir de clase mi madre nos da nuestros bocadillos y nos sentamos frente a la tele a ver Barrio Sésamo.

Huelo a tardes enteras jugando al sambori, a la comba, a la goma elástica, a los recortables, a las casitas de muñecas hechas con cajas de zapatos, tomando leche con galletas; huelo a confidencias nocturnas que acababan con la paciencia de mi madre que no podía dormir, escuchando nuestras risas, y más que nos reíamos cuando protestaba. Huelo a hogar, al suavizante de mi madre, al cloro de la piscina de las Arenas, Y también huelo a lluvia, mirando por la ventana, y mi madre alertándonos para que nos alejarámos de la ventana por si caía un rayo.


Después de una larga temporada sin verla, estamos juntas otra vez.




Como en cada momento importante de mi vida, ella siempre está. 


Gracias por todo, querida hermana.-